Alzheimer Prevención
Factores protectores del Alzheimer | Factores que no protegen del Alzheimer | Recomendaciones para prevenir el Alzheimer | Alzheimer: genes y estilo de vida
En relación a la prevención del Alzheimer, hace ya años se publicaron, en la prestigiosa New England Journal of Medicine (NEJM), los resultados de un Estudio de salud pública sobre el envejecimiento en el barrio del Bronx, en Nueva York. Se trataba de averiguar si la participación en actividades recreativas reducía el riesgo de demencia de las personas mayores.
Para ello examinaron la relación que pudiera existir, en 469 personas mayores de 75 años, el que hubieran participado, o no, en actividades recreativas y la aparición, o no, de demencia. Esa muestra de población fue seguida médicamente durante unos cinco años.
Y al cabo de esos cinco años de estudio, 164 sujetos presentaron demencia (61 de tipo Alzheimer, 30 de carácter vascular y 25 de naturaleza mixta o de otro tipo).
El estudio, al ser prospectivo y de larga duración, confería a la investigación una altísima seriedad científica.
Factores protectores del Alzheimer
Los factores que actuaron como protectores, o retrasadores, de la aparición de la enfermedad de Alzheimer, fueron:
- dedicar tiempo a la lectura,
- participar en juegos de mesa,
- tocar un instrumento musical e…
- ir a bailar.
Es decir, que lo que realmente protege frente a la demencia, según este estudio, son las tareas que exigen un esfuerzo intelectual, aunque sean recreativas.
Factores que no protegen del Alzheimer
No tuvieron similares efectos beneficiosos frente a la enfermedad de Alzheimer las siguientes actividades (aunque contribuyeron a mejorar la calidad de vida de los mayores):
- hacer crucigramas,
- escribir,
- participar en discusiones de grupo,
- realizar tareas domésticas,
- ejercicios como caminar o subir escaleras,
- bicicleta,
- nadar,
- hacer de canguros (de los nietos).
Recomendaciones para prevenir el Alzheimer
Todo lo expuesto justifica el recomendar a los mayores para prevenir el Alzheimer:
- que lean mucho a diario, y no precisamente prensa del corazón,
- que practiquen muy a menudo los juegos de mesa (juego de damas, ajedrez, dominó, parchís, tute, julepe, mus, continental, etc., pero no el bingo),
- que se animen a bailar con frecuencia si su sistema locomotor se lo permite,
- aprender un idioma nuevo e incluso tocar un instrumento musical.
Van a ganar con ello calidad de vida y es posible que desarrollando estas habilidades, y hábitos de vida, alejen el inicio de una demencia.
Relación genes y estilo de vida
Los neurólogos y neurocientíficos llevan muchos años centrados en ensayos clínicos, en el estudio de genes, proteínas y moléculas para encontrar solución al Alzheimer y a otros trastornos cognitivos similares. Entonces, ¿cómo deberían asimilarse estos datos que reflejan que quienes desarrollan actividades recreativas pero demandantes de esfuerzo mental, desafían el determinismo molecular, hereditario y los factores de riesgo cardiovascular para padecer demencia a edades avanzadas?
Cada vez está más claro que el genoma no lo es todo, aunque nada escapa a su influencia, y que la interacción genes-ambiente es la explicación más ajustada de la inmensa mayoría de los casos de Alzheimer.
No podemos cambiar nuestros genes, pero podemos modificar su influencia sobre las enfermedades que nos amenazan.
La influencia de las actividades recreativas que exigen atención, razonamiento, memorización, asociación de datos y evocación de aprendizajes no actúan por arte de magia. Nuestra mente, en su trabajo, crea moléculas en nuestro cerebro durante nuestra vida, incluso anciana. Y estas moléculas son necesarias para el funcionamiento de nuestras neuronas, la conexión entre ellas (sinapsis) y el buen funcionamiento de nuestros circuitos neuronales, que nos permiten aprender, recordar, evocar, razonar, pensar, hablar, sentir, movernos, actuar y cuantas actividades intelectuales son propias de los humanos.
Y cuando nos entretenemos con pasatiempos que exigen activar nuestra mente no sólo reforzamos las conexiones de nuestras neuronas (en la vida adulta poseemos aproximadamente un billón de ellas en nuestro cerebro) sino que también creamos nuevas sinapsis. De tal forma que quien a los 70-75 años es más billonario en sinapsis, puede perder algunos millones sin que ello traiga consigo deterioro cognitivo.
Además, el trabajo intelectual estimula la formación de nuevas neuronas (neurogénesis) precisamente en las estructuras cerebrales responsables del aprender y recordar (zona del hipocampo). Así ese esfuerzo intelectual, aunque tome la forma de divertimento, estimula cambios plásticos (nuevas neuronas) en los circuitos cerebrales que compensan los cambios patológicos (pérdida de neuronas) que se van produciendo como consecuencia de la edad y de las enfermedades que le acompañan (Alzheimer y pequeños infartos cerebrales).